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Meditación y Totalidad

Bienvenid@s a la sección de mundo sutil: aquí encontrarás ese tipo de cosas que hay en la vida y que no se pueden explicar ni demostrar de la misma manera que otras… pero no por ello tienen menos peso, importancia o espacio en lo que Somos.

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Esta entrada de blog nace a raíz de las preguntas que me voy encontrando cada día sobre la práctica de meditación. Todas las dudas que me presentan tienen una cosa en común: que hay algo dentro de nosotros que busca quietud y silencio. Aunque se pueda pensar que meditar es una práctica que parece alejarte del mundo y evadirte para no lidiar con nuestra realidad, la práctica y el aprendizaje me han enseñado que es todo lo contrario. Meditar es el paso de la acción externa hacia la acción del silencio interior, que nos permite conocer desde dónde crecemos, escuchándonos de manera profunda, paradójicamente, en el Silencio. Poder diferenciar estas dos acciones nos permite entender cómo nos dejamos afectar y mover por el mundo que nos rodea, pues esta relación siempre es reflejo de cómo nos relacionamos con nosotros mismos. La realidad con la que me encuentro es que la meditación, en general, nos llama, aunque no siempre la oímos; de alguna manera todos tenemos derecho y atracción hacia la quietud. La imagen distorsionada de meditación, la desinformación, las ideas preconcebidas y la falta de cercanía de esta práctica en el mundo occidental, genera frustración. Se me piden muchos consejos para practicar meditación, pero también veo que hay miedo al pensar que para lograrlo se debe llevar una vida mística o diferente. Pero eso es una idea preconcebida y simple, pues cada persona puede encontrar su propia manera. Si nos llama, nos llama con todo lo que nos rodea. Quizá la clave es que nos llama precisamente por todo lo que nos rodea: no consiste en poner la mente en blanco y olvidarnos de quiénes somos, sino en aprender a conducir nuestra mente y toda nuestra vida a un lugar de serenidad y crecimiento, tengamos la vida que tengamos. Si nacemos cada día desde ahí, todo lo que crezca desde nosotros estará más ordenado, será menos reactivo, nos ayudará a abrazar el dolor y nos ofrecerá regar nuestra vida con más paz. Y, como ya exponía en entradas anteriores, siempre va de la mano de profundizar.


Meditación es un término muy amplio, que abraza muy distintas prácticas y que puede hacerse de muy diversas maneras. Incluso la práctica meditativa de una persona va evolucionando y cambiando, crece con cada uno, se aprende, se amplía, se entrena, se va conociendo. No hay una sola manera de hacerlo, ni siquiera en las distintas etapas de vida de una misma persona. “Meditar” se define como “pensar atenta y detenidamente sobre algo” (DRAE). Sin embargo, si le preguntáramos al Dalai Lama, por ejemplo, nos diría que es el ejercicio de la compasión (meditación tibetana), y en ella no hay pensamiento como tal, sino atención plena, respiración y escucha. En su libro “Construir un alma”, Andrés Ibáñez define meditación como: “Instrumento de transformación del ser humano. Trae paz, trae salud, trae silencio, pero por encima de todo abre nuestra percepción e impulsa la conciencia a nuevas alturas. Es la mejor herramienta que conocemos para la evolución de la conciencia. Evolución, esa es la palabra. Descubrimiento de nuestra verdadera naturaleza, de nuestra realidad total”.

Andrés Ibáñez explica que el origen de la meditación está en La India, en los cultos shivahístas, y proviene de las antiguas prácticas chamánicas, pues es una de las prácticas más antiguas de la humanidad. Por eso es universal. Hay muchísimas formas de meditación, pero todas ellas nos permiten encontrar la puerta interna que todos tenemos para conectar con aquello que nos trasciende y que sentimos como una totalidad, haciéndonos parte de ella. Es importante decir que "meditación" abarca tanto, que muchas veces podemos estar hablando de prácticas que no parecen tener nada en común, pero sí lo tienen, pues como dice Ibáñez, “si llamamos a todas esas técnicas tan distintas <<meditación>> es porque todas tienen el mismo objetivo: detener el diálogo interno e ir más allá”. Todos compartimos el hecho de que dentro de nosotros tenemos esa puerta, es decir, todos estamos llamados a sentir la unidad y encontrar el silencio interior, sea cual sea el tipo de práctica meditativa.


¿Quién no ha tenido días en los que le gustaría darle a un botón y que la voz que tanto nos machaca se callara? ¿Quién no ha querido poder descansar de la carga de tener siempre una respuesta para todo? ¿Por qué irremediablemente parece que siempre terminamos buscando algo más amplio que nosotros que nos contenga y nos abrace? ¿Tan desesperados estamos?


La respuesta es: no. No estamos desesperados, ni somos cobardes por buscar sostén, ni dejamos de lidiar con la realidad por querer transformar nuestras cargas y parar el “runrún” de vez en cuando. Todo lo contrario. El ser humano necesita ir siempre más allá, por eso es tan natural nuestro movimiento de querer pasar de sentirnos a nosotros como uno, a sentirnos como parte de la Unidad. Y, con ello, encontrar nuestra capacidad de ser lugar de silencio interior y crecimiento profundo.


Ilustración:

"Si el problema no está comprendido,

nunca llegará la solución",

de Irene Llopis


Sensaciones, conexiones, relaciones y personas especiales: puntos de encuentro con lo profundo


Muchas veces conocemos o vivimos conexiones con personas o lugares que nos parecen especiales. En mi camino he aprendido que esa manera de definirlos tiene bastante que ver con una incomprensión por falta de costumbre. Me explico: soy testigo día a día de cómo el término “especial” se usa para definir muchas veces sensaciones sobre relaciones, personas o conexiones que no sabemos catalogar o expresar al completo, pero si realmente se trabaja y se indaga en ellas, se encuentra que no son especiales en el sentido de exclusividad, sino que sencillamente son poco comunes, porque nos presentan un punto de encuentro con un lugar que no solemos conocer: lo profundo, el paso de ir más allá. Esto no es exclusivo de una sola relación, persona o lugar, aunque lo parezca en un principio. Si lo vivimos, es que está dentro de nosotros y, si nos sorprende tanto que nos mueva así, es porque nace de nuestra naturaleza más pura, aunque no estemos acostumbrados a conectar diariamente con ella. Por lo tanto, no nos habla de exclusividad, sino que nos habla de que hemos cruzado un puente poco conocido hacia lo profundo. Este puente nos permite sabernos unidos a la Totalidad y por eso es tan importante para nosotros sentir este tipo de relaciones o conexiones, crecer en ellas. Pero esto no significa que no podamos encontrarlo en ningún otro lado, ni tampoco que debamos vivir anclados a ellas, pues eso es una forma de vivir atados, irremediablemente. Meditar es una de las herramientas que nos permite desatarnos y recoger al mismo tiempo este encuentro profundo (que tiene que ver con nosotros mismos siempre), y darle forma en nuestro día a día, pues ya hemos sentido que existe y que nos mueve y nos llama: ya lo conocemos. Así, dejamos de esperarlo, de atarnos o de reclamárselo a esas personas, relaciones o lugares, y aprendemos a instalarlo en nuestro día a día, estemos donde estemos, nos relacionemos con quien nos relacionemos, miremos a quien miremos, hagamos lo que hagamos.

Mientras que la actividad externa tiende a separarnos, el encuentro en la Unidad nos une (dada la redundancia) a lo que somos en esencia y allí se encuentra nuestra paz. Somos ambos movimientos, pero si solo ejercitamos el primero, nos podemos llegar a sentir muy solos, perdidos y llenos de ruido. Buscaremos hacia fuera algo que nos calme y nos una “especialmente”, asociando muy pocas de nuestras relaciones y vivencias a lo profundo, pensando que está fuera de nosotros. No habremos abierto nuestra vida hacia movernos nosotros mismos desde ese lugar de paz, serlo, y con ello, hacer de todas nuestras relaciones y lugares un encuentro con esa Grandeza y Unidad. No se logra en un día, ni tampoco se llega allí como cuando bajas de un tren. Es una cuestión de búsqueda y práctica continua, donde el propio viaje es la meta; donde la búsqueda y la práctica nos van dando sentido.  


Las consecuencias de entrenar poco nuestro sentido de Totalidad son muchas, pues esa separación y desorden interno se verá reflejado en nuestra mente, emociones y vida. Recoger lo profundo y construir desde ello es un movimiento liberador y trascendente, un camino diario de desapego, comprensión profunda y silencio interior. La meditación nos ejercita a buscar y encontrar ese silencio y dejar a un lado la creencia de que hay lugares o seres especiales, mejores o más merecedores de paz que nosotros. Es cierto que hay, por ejemplo, personas muy entrenadas y dedicadas a ello, pero esa diferencia solo reside en las prioridades de cada uno: son personas que (por los motivos que sean) le dedican más tiempo o trabajo a este campo en sus vidas. Cada uno debe enfocarse hacia su interior y, desde ahí, podrá ir construyendo un mundo exterior más bello, tranquilo y profundo.

Empezar a meditar siempre es una cuestión de ganas y disposición, una prioridad que podemos tener en nuestra vida o no. Pero no excluye a nadie, ni daña a nadie. Tampoco exige a nadie ni lo obliga. No nos hace mejores que nadie, sino que nos ayuda a mejorar nuestro interior, a evolucionarlo. Es una opción, entre otras muchas. Y creo que esto es lo más importante a la hora de hablar de meditación: es un ejercicio libre y de paz, porque somos seres libres y de paz. Profundizar o no también es una opción. El único consejo sería: hazlo a tu manera, escuchándote, sin exigirte ni compararte, pero hazlo de corazón.


Ilustración: "Innear peace", de Sonya Kosar


Para terminar, quería compartir el extracto de un artículo escrito por Jesús Sastre García en la revista Vida Nueva (Agosto/2020, nº 3.189, pág. 46), en el que hace una revisión bilbiográfica del libro “Psicología Transpersonal para la vida cotidiana escrito por el psicoterapeuta, sociólogo y teólogo Enrique Martínez Lozano y que ha sido publicado este mismo año (2020). En esta revisión, Sastre explica de manera profunda nuestro sentido de unión con la Totalidad (yo lo llamo Dios, el autor del libro y del artículo también, pero tiene muchos nombres, muchos senderos y muchos encuentros-y todos son válidos). Este artículo comparte, siguiendo la línea del libro, lo que rodea la meditación silenciosa a la que me refiero en esta entrada, pues no estaría completa esta reflexión sin poder exponer que la meditación puede ser también (y es) un encuentro con Dios


Unidos a la totalidad:

Este libro es fruto de un largo recorrido experiencial-teórico y práctico- de su autor, que cuenta con numerosas publicaciones sobre el tema. El punto de partida es la necesaria convergencia de psicología (personalidad) y espiritualidad (identidad) para integrar y trascender el yo. La propuesta de Enrique Lozano Martínez enlaza, así, con las grandes tradiciones sapienciales. Él alude a estas citas: “De noche iremos, de noche / sin luna iremos, sin luna / que para encontrar la fuente / solo la sed nos alumbra (L. Rosales). Se trata de caminar en la “noche oscura” “sin otra luz y guía / sino la que en el corazón ardía” (san Juan de la Cruz).

El conocimiento y la aceptación de sí pasa por responder adecuadamente a preguntas fundamentales: ¿quién soy yo? ¿Cómo funciona mi crecimiento personal? ¿Cómo modificar las actitudes negativas? ¿Cómo vivir una relación armoniosa con uno mismo y con los demás? ¿Cómo hacer un mundo mejor? La respuesta la encontramos en la “psicología transpersonal” y la “religiosidad transreligiosa” (no-dual). A esta perspectiva se accede cuando se descubre “otro lugar” más allá de la mente y del yo; nuestra identidad es transpersonal, pues puede llegar a descubrir a Dios como el Fondo y el núcleo de lo Real.

Estas páginas tienen una finalidad pedagógica-“manual de bolsillo”, lo llama el autor-, ya que facilitan Claves y recursos para descubrir, no sin esfuerzo, lo que realmente somos: “Aquello que es consciente de todo”. Los dos primeros capítulos son un acercamiento imprescindible a la realidad de la persona, a sus capacidades y limitaciones. El tercero aborda “el proceso de integración del yo y la trascendencia del yo” para llegar a vivir lo que realmente somos. El capítulo cuarto, de casi cien páginas, es un detallado concatenado conjunto de “herramientas” para ayudarnos en el proceso de crecimiento personal: la integración del yo y el “paso” del predominio de la mente al nivel transpersonal. Para llegar a la meta, hay que “practicar” y así comprobar experiencialmente lo que somos, lo que anhelamos y a dónde queremos llegar.

Interioridad y vida en Dios:

Ciertamente, el libro aborda un tema crucial: vivir desde la interioridad y fundamentar la vida en Dios. (...) El término espiritual se refiere al estado de consciencia que supera la centralidad de la mente en la que fácilmente nos instalamos. La transpersonalidad nos ayuda a percibirnos no como un yo separado de la realidad, sino unido a la totalidad. Esta experiencia de unidad es la que han vivido los místicos de todas las tradiciones religiosas. La clave está en “sentir” los tres componentes estructurales del ser humano: la vida, la personalidad y el amor.

Llegados a este punto, el autor se detiene con amplitud en los “accidentes” psicológicos que explican nuestro deficiente funcionamiento y no pocos de nuestros sufrimientos. ¿Cómo llegar a vivir de manera positiva todo lo que nos hace sufrir? La tarea más hermosa de la persona es convertir nuestros sufrimientos en perlas (H. de Bingen). Para llegar a descubrir la unidad existencial, hay que superar el modelo dual de cognición que separa sujeto y objeto, y no confundir nunca lo material con lo real. “Formamos parte del proceso inteligente de la Vida. Pero si formamos parte de él, es porque somos Vida. No somos un objeto que tiene vida, sino la misma única Vida expresándose en esta forma o persona particular(p. 154). Por lo mismo, la práctica de la meditación silenciosa es la que desarrolla nuestra capacidad para llegar a ser conscientes de nuestra verdadera identidad transpersonal. Ejercitarse en el “solo ser”, “solo estar”, conlleva el silencio del yo hasta que el Silencio lo llene todo: “Dentro de nosotros hay algo que no tiene nombre, ese algo que somos” (J. Saramago). Siglos antes ya había sido formulado en el anónimo La nube del no saber o por San Juan de la Cruz: “Entreme donde no supe / y quedeme no sabiendo…”. En este nivel profundo se experimenta la paz y la unidad. (…) Evidentemente, la puesta en práctica del proceso siguiendo la herramientas es lo que puede llevar a una comprensión vital de lo aquí tratado.


Darle espacio al Silencio, buscar momentos de quietud, meditación, o simplemente respirar y poner silencio dentro de nosotros es encontrar y construir desde ese espacio que nos une a la Grandeza y que todos llevamos dentro. Pues, si lo buscamos, es porque nos mueve desde dentro. No buscaríamos comer si no sintiéramos hambre; ni buscaríamos agua si no fuera por la sed. No buscaríamos caricias si no tuviéramos dulzura debajo de la piel. Ni tampoco buscaríamos encender la luz del pasillo si no estuviéramos hechos para verlo y poder así diferenciar entre las puertas de nuestro mundo interior de las de uno externo, oscuro y sin sentido, para poder así elegir, construir y caminar con la luz encendida por un mundo nuevo cada día. Como diría González-Carvajal: "La salvación, por tanto, no es esperar <<otro>> mundo, sino convertir este mundo en <<otro>>".  


"El deseo de luz produce luz. Hay verdadero deseo cuando hay esfuerzo de atención. Es realmente la luz lo que se desea cuando cualquier otro móvil está ausente. Aunque los esfuerzos de atención fuesen durante años aparentemente estériles, un día, una luz exactamente proporcional a esos esfuerzos inundará el alma. Cada esfuerzo añade un poco más de oro a un tesoro que nada en el mundo puede sustraer. Simone Weil."

(Palabras que dan comienzo al libro

"Biografía del silencio", de Pablo d'Ors)


Nos deseo luz, días respirados, sentidos y meditados; puentes construidos entre la acción externa del día a día y nuestra acción de silencio interior, de paz y de crecimiento desde lo Profundo que nos mantiene unidos y vivos.


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Bibliografía de interés:

- Psicología transpersonal en la vida cotidiana, Enrique Martínez Lozano (Editorial Desclée de Brouwer, colección Serendipity Maior, 2020)

- Construir un alma: Manual de meditación para el siglo XXI, Andrés Ibáñez (Editorial Galaxia Gutenberg, 2018)

- El corazón de la meditación, the Dalai Lama (Editorial Martínez Roca, 2016)

- Biografía del silencio; breve ensayo sobre meditación, Pablo d’Ors (Editorial Siruela, colección Biblioteca de Ensayo, 2012)

- Esta es nuestra fe, Luis González-Carvajal (Editorial Sal Terrae, 22ª edición, 1998).

- The joy of living and dying in peace, his holiness the Dalai Lama (The Library of Tibet, 1997)

Filmografía de interés:

· Cats (2019); sensible, profunda, sutil y trascendente. Es cierto que tiene toques psicodélicos y es totalmente musical (si no os gustan los musicales, no podemos hacer nada al respecto-y puede que algunas canciones se hagan un poco largas), pero es profunda y preciosa. Habla de la búsqueda de pertenencia, de la importancia de sentirse amado-tocado, de cómo uno se presenta al mundo, de mirar más allá de las apariencias, de lo importante que es no tomar atajos: la senda recta; habla del Amor y de todas sus formas, del respeto al legado, de la fuerza del perdón, de lo que cita Sastre de Saramago: de “ese algo que no tiene nombre, ese algo que somos”.

· Trilogía Kung Fu Panda (2008, 2011, 2016) 

"I am Light"- India Arie, quien publicó un álbum en 2017 llamado SongVersation: Medicine donde se encuentra esta canción, entre otras siete que también os invito a escuchar.

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