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La Niña Amapola
Actualizado: 21 ago 2022
Bienvenid@s a la sección de cuentacuentos: aquí encontrarás cuentos con voz y también por escrito. Espero que acompañen tu camino como acompañan el mío... que puedas crecer en ellos como hace mi corazón.
Te los contamos con voz y mucho amor en YouTube y en iVoox.

Ilustración: "Red Velvet Poppies", Cherie Roe Dirksen
Existió una vez una niña que nació dentro de una amapola. La Primavera no podía creerlo, pero la niña dormía plácidamente abrazada por los pétalos rojos, mientras el sol la bendecía con belleza y la brisa arrullaba su colorida cuna. Cuando la niña abrió sus ojos por primera vez, el campo entero soltó un suspiro: y se alegraron los bosques y el río, los pájaros y sus nidos. La lluvia de la primavera alimentó su espíritu y la niña crecía rodeada de campo y tierra y agua fresca. Conocía cada uno de los árboles, sus ramas y sus hojas. Sabía dónde se escondía el hogar de cada pequeño insecto y de cada ratón de campo.
Y así, entre brisa, agua y verdes, la niña continuó creciendo hasta que llegó el verano. El sol del verano le enseñó a encontrar sombra bajo los arbustos y a refrescarse bañándose en el río, buceando entre las piedras y cantando hermosas melodías hasta que anochecía. El cielo estrellado le contaba historias antes de irse a dormir y el rocío de la mañana la despertaba con dulzura, cubriendo su cuerpo de agua limpia y nuevo día. Sus ojos iluminaban cada planta y cada animal con los que compartía tiempo. Incluso las rocas habían empezado a cogerle cariño. La niña amapola alegraba el campo y a cada uno de sus habitantes. Cuando empezó a llegar el otoño, la niña aprendió que las hojas no son solo verdes y también que muchas saben volar. Aprendió a cubrir su cuerpo con hojas secas para no coger frío y a comer frutos nuevos que nunca antes había visto.
Pero un día, de repente, se abrieron sus luminosos ojos y se encontró rodeada de un paisaje blanco. ¿Dónde estaban los colores? ¿A dónde se habían marchado? Asustada y sin saber hacia dónde ir ni qué hacer, la niña lloró desconsoladamente. Sus lágrimas iban formando pequeños cristales de hielo que caían contra el suelo. Y alguno de ellos cayó sin querer sobre sus pies, dañándolos y haciendo que la niña experimentara el dolor por primera vez. Perdida y dolorida, la niña miraba a su alrededor buscando respuestas. Anduvo como pudo entre la espesura blanca que la rodeaba, pero tuvo que frenar pronto pues el frío era helador y ni sus manos ni sus pies heridos podían con tanta nieve. Al sentarse rendida en el suelo, oyó una voz que la hablaba. Era la nieve, que fría e hiriente le dijo:
“¿Qué creías? Acaso no te has dado cuenta de que esto es la vida: el frío, el hielo, el cobijo, el hambre?” Y, entonces, cubrió a la niña con una tormenta de nieve tan fría y profunda que su corazón, antes tan alegre y risueño, se congeló. Y triste y cansada por no encontrar más respuestas, se retiró a una madriguera que había debajo de unas grandes raíces. Se envolvió entre hojas secas y cerró los ojos con la clara intención de no volverlos a abrir nunca más.
Cuentan que un día volvió la Primavera y se encontró de nuevo con la niña amapola. Pero ya no era una niña: era todo un bosque profundo hecho de todos los sueños que había creado durante su largo invierno en la madriguera. Y, aunque nadie sabe cómo puede salir tanta vida de algo tan pequeño y risueño, sí podemos sentirlo al encontrarnos con cada amapola que nace en la Primavera.

Ilustración: "Little fairy", Joanna Pasek
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¿Prefieres escucharlo?
Desde iVoox: El Bosque Despierto
Desde YouTube: Cuentacuentos El Bosque Despierto
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Ilustración: Anita Jeram
Tejón lector (voz y palabras): María
Rato de cuento (tiempo del audio): 5 minutos