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El Mapa

Actualizado: 21 ago 2022

Bienvenid@s a la sección de cuentacuentos: aquí encontrarás cuentos con voz y también por escrito. Espero que acompañen tu camino como acompañan el mío... que puedas crecer en ellos como hace mi corazón.

Te los contamos con voz y mucho amor en YouTube y en iVoox.

Ilustradora Zandra Art


Existió una vez un mundo donde se podía oír aullar a las nu­bes, los árboles cantaban, el río murmuraba canciones profundas y las garzas lo sobrevolaban haciendo coros y diferentes voces. Era un mundo donde el sol parecía infinito colándose por las ramas de los bosques, iluminando pequeños senderos para las ranas saltari­nas. Hasta los rincones más escondidos se llenaban de una magia especial, como si la Vida de cada piedra, tallo, flor y gota de lluvia bailara al son de un compás ancestral. El mundo lo transitaban todo tipo de Almas por todo tipo de senderos. Unas cruzaban mon­tañas, otras buceaban los mares. Otras Almas andaban por el mundo casi sin querer, pero guiadas por un Silencio palpitante en búsqueda de nuevos latidos. Había Almas que, incluso, andaban sin saberlo. Pero el mundo acogía a todas y cada una de ellas.

A pesar de ser un mundo de Luz y Alegría, había caminos que parecían llenarse de oscuridad; se perdía su límite de la vista, nunca se veía el final recorrido. Esto hacía que muchas Almas in­tentaran encontrar atajos, perdiéndose así en los recodos de la co­bardía. Solo las Almas valientes, dispuestas a ir viendo el camino a cada paso eran capaces de internarse en lo más profundo y bello. Ellas siempre seguían el camino. A cada paso que daban, el camino se les iba mostrando. A veces el bosque se cerraba, dando paso a una zona lodosa, que asustaba y hacía que muchas Almas frenasen. Pero a medida que continuaban el paso, el lodo se iba acabando, llevando al Alma a un río limpio y frío, transparente y sanador. Paso a paso, el camino se veía como una montaña rocosa, difícil de escalar, pero no imposible. Y, al instan­te siguiente, podían verse las Almas en medio de un gran prado y hierba fresca. Lo importante solo era seguir el camino.

Cuando algún Alma perdía un poco el rumbo porque se sentía cansada, podía siempre pararse a descansar. Si buscaba atajos, se perdía. Si buscaba descanso, en cambio, un gran árbol crecía para darle sombra y alimento hasta que tuviera fuerzas para seguir hacia delante. Siempre hacia delante. En este reino no se podía andar hacia atrás, pues los caminos desparecían a cada paso, no había manera de dar media vuelta. Sí podía algún Alma, si era necesario, echar la vista hacia atrás, para ver todo lo que había logrado: cuántos lodos había pasado, en cuántos ríos se había bañado. Cada árbol que le dio descanso se podía ver también, así como el encuentro con otras Almas a lo largo del camino. Pero volver era imposible: las Almas encontradas ya no estaban donde una vez se encontraron. Y, aunque los lugares y el camino seguían igual, el propio caminante había cambiado, pues crecía a cada paso.


Cuentan que no hay un mapa exacto y único que lo lleve a uno hasta este lugar de cambio y crecimiento: cada Alma cuenta con su propio mapa. Y, cuando es consciente de que existe este mapa, ya no puede negarse a seguirlo. Aunque tarde años, aunque no quiera oír aullar a las nubes. El Alma acude al encuentro del mundo como acude la montaña al canto del río, como acude la garza al vuelo y acude la flor a ser fruto.

Y así, acude cada Alma a Ser arrullo de este río profundo, a Ser ca­mino cambiante, a Ser flor, fruto y crecimiento.

Abre tu mapa. Ponte en Camino.


¿Prefieres escucharlo?

Desde iVoox: El Bosque Despierto

Desde YouTube: Cuentacuentos El Bosque Despierto


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Ilustración: Anita Jeram

Tejón lector (voz y palabras): María

Rato de cuento (tiempo del audio): 5 minutos

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